Carga inapropiada: Cuando mudarse en pro del movimiento no está en el presupuesto
Imagina obtener un empleo de ensueño en el movimiento por la salud, justicia y derechos reproductivos en tu ciudad ideal, y perder la oportunidad porque no puedes costear la mudanza. Esto casi fue mi realidad hace unos tres años. Tras graduarme de la facultad de derecho me ofrecieron una beca de investigación en Washington, D.C. Estaba eufóricx. Pero lo que debió ser un momento de orgullo, emoción, y alivio por obtener un empleo, se volvió rápidamente ansiedad, estrés y enojo. No estaba realmente segurx de poder tomar el empleo debido al costo que significaría para mí mudarme desde el Sur a la capital. Mudarse al otro lado del país puede costar miles de dólares—y muchxs no tenemos ese dinero a la mano.
Sin embargo, esta sensación de nerviosismo e incertidumbre sobre cómo lograría costearlo no me era desconocida. La sentí durante la universidad y en la facultad de derecho. Muchxs estudiantes podían enfocar toda su atención en la escuela sin preocuparse sobre el dinero. Yo no podía. Trabajaba medio tiempo en Starbucks, en el turno de la mañana, para poder tener dinero extra. Usualmente me despertaba a las 4 de la mañana, y después iba inmediatamente a mis clases matutinas. Era complicado.
El sueldo de la beca era $51,000, antes de pagar impuestos, y además pronto me empezarían a cobrar los préstamos que tomé para pagar la facultad. De acuerdo con el MIT, un salario mínimo vital para el área de Washington, DC. es al menos de $41,850 para unx adultx solterx, sin hijxs, y en 2018, Washington D.C. era la tercer ciudad más cara de América del Norte; los gastos de vida básicos mensuales se estimaban entre $1683–$2890 dólares. No solamente me acababa de graduar de la facultad de derecho, además había pedido un préstamo a mi banco local para pagar los miles de dólares para prepararme para el examen ante el colegio de abogados y para el examen mismo.
Estaba segurx de que la beca ofrecería una especie de apoyo financiero para quienes necesitábamos mudarnos, especialmente a quienes se mudaban a áreas donde el coste de la vida es más caro, como el área de Washington, D.C. Tras aceptar entrar al programa, decidí preguntarle a unx becarix sobre su experiencia y si el programa había ofrecido apoyo para mudanza a lxs nuevxs becarixs. Para mi sorpresa la respuesta fue que no.
No podía creer que no hubiese apoyo para mudarse, particularmente en un campo que comprende que muchxs de nosotrxs no tenemos riqueza intergeneracional a la cual recurrir en momentos como este. Pero, francamente, no tenía ni el tiempo ni el dinero para sumergirme en estos sentires. Inmediatamente empecé a pensar en formas para solventar más de $2,000 dólares de gastos de mudanza, incluyendo mi vuelo, empacar y transportar mis cosas, al menos $1,400 para el depósito y la renta de mi departamento, y dinero extra para comprar comida hasta recibir mi primer sueldo. Mi papá pidió un préstamo y mi tía me prestó otro poco, y así pude finalmente mudarme a D.C., Pero hasta estar aquí era estresante. Usaba las cosas de mi compañerx de casa para evitar comprar mis cosas y dormí en un colchón inflable durante cuatro meses porque no me alcanzaba para comprar una cama.
En ese momento, concebía todo eso como parte normal de mudarse y hacer una transición. Sin embargo, cuando miro hacia atrás me doy cuenta que no era normal y que no estaba bien. Ahí estaba yo, una mujer queer y Negrx del Sur del país, y tan sólo obtuve el apoyo mínimo de una organización y un movimiento que a menudo incorpora y se apropia del trabajo de las personas Negras. Era doloroso levantarse todos los días y trabajar para crear un mundo donde todxs tengamos los derechos y el respeto para vivir en comunidades seguras y cuidar de nuestros cuerpos, mientras dormía en el piso. Además, acababa de terminar una relación que era emocional y a veces físicamente violenta. En el mejor de los días, mi experiencia era desafortunada e inconveniente, en el peor de los días era deshumanizante.
Vivía de quincena en quincena. Debido a los estragos económicos, mi puntuación crediticia empeoró. No podía pagar renta, costear las necesidades diarias, y además pagar las obligaciones financieras previas como los préstamos para el examen del colegio de abogados, o las tarjetas de crédito que tuve que usar para sobrevivir en la escuela, y todo se fue al buró de crédito. Todxs sabemos que las puntuaciones crediticias son pendejadas capitalistas y supremacistas blancas, pero también son algo muy real que impacta nuestra capacidad de sobrevivir. Debido a esa puntuación, todo el tiempo tengo que enfrentarme a complicaciones cuando me mudo, me rechazan solicitudes, o tengo que pagar depósitos más altos de lo normal, lo cual requiere más dinero por adelantado. Y aunque mi salario ha aumentado desde entonces, también ha subido el coste de vida en Washington, D.C. Contrario a lo que la gente pueda pensar, los salarios por debajo de $70,000 dólares para una persona sola en esa área no es suficiente para prosperar y empezar a pensar en una familia, especialmente para las personas Negras, Indígenas y otras personas de color (BIPOC), quienes a menudo tienen que proveer apoyo económico a otras personas en sus vidas y pagar préstamos.
Sé que no estoy solx en mi experiencia y espero que compartir mi historia pueda ser una llamada de atención (y a la acción) para que el movimiento haga mejor las cosas.
Paguen lo que la gente merece, o sea salarios para vivir y no sobrevivir. Lxs trabajadores merecemos salarios para poder prosperar y apoyar a nuestras familias, para pagar cuidados de salud, y no tener que preocuparnos por pagar la renta, la comida o una cama para dormir. A medida que su organización contrata nuevos puestos u ofrece becas, calculen si el salario que ofrecen realmente es un salario vital, y si no lo es, aumenten la cifra o quiten horas de trabajo hasta que lo sea.
Si su organización requiere que lxs empleadxs se muden para trabajar con ustedes (¿están segurísimxs de que el trabajo no se puede hacer via remota?), deberá incluir políticas y recursos que ayuden a solventar los gastos de contratar una mudanza, enviar pertenencias, rentar una camioneta, o cualquier otro costo asociado a mover nuestras vidas por el bien del movimiento.
Hablen con sus empleadxs para saber qué necesitan de sus empleadores para sentirse apoyadxs. Suena simple, pero preguntarle a lxs nuevxs empleadxs y colegas cómo la organización puede apoyarlxs es una manera efectiva de respaldarlxs, especialmente cuando algunas personas no se sienten cómodas pidiendo la ayuda que necesitan. Ofrecer proactivamente cubrir costos de mudanza u otro tipo de asistencia como recomendaciones para encontrar departamento, o contactos de mudanceros de confianza es de ayuda—especialmente si es la primera vez que la persona vive en la ciudad.
Incrementos anuales de salario. Estos son vitales para apoyar a lxs empleadxs a medida que el coste de vida aumenta. Cuando hagan sus revisiones anuales, no esperen a que lxs empleadxs saquen el tema de los incrementos. Ustedes son los empleadores y saben mejor que nadie que los costos han aumentado aún con la pandemia. Designen tiempo para las revisiones y discutan los aumentos y de ser posible, trabajen en conjunto con ellxs para lograr acuerdos si ellxs lo desean. Esto puede ayudar a minimizar la ansiedad con anticipación.
Páguenles a sus pasantes y becarixs. ¡Simplemente páguenles! Y no, un mísero estipendio no cuenta. Si tienen que mudarse para incorporarse a la organización, por favor chequen la sección anterior sobre el apoyo con los costos de la mudanza.
Pongan los rangos de salario en sus ofertas de empleo. Antes de que alguien se esfuerce para entrar a su organización, tengan la gentileza de informarles cuánto les pagarían. Lxs posibles empleadxs merecen saber si les alcanzará para vivir en una nueva ciudad con el salario que les ofrecen por el empleo de sus sueños.
La justicia económica es justicia reproductiva, pero desgraciadamente al movimiento por la salud, derechos y justicia reproductiva le falta recorrer un largo camino para poder lograr ambas. A menudo hablamos sobre la necesidad de candidatxs ‘diversxs’ y la necesidad de centrar el liderazgo en quienes son más impactadxs por los sistemas de opresión, pero si las organizaciones continúan ignorando las realidades económicas a las que muchxs nos enfrentamos, el movimiento seguirá sufriendo. Dejen de reclamar justicia reproductiva si no están dispuestxs a hacer el trabajo que implica lograrla. Francamente, si esxs candidatxs diversxs no pueden llenar la solicitud o tomar los puestos por las realidades económicas a las que se enfrentan, el liderazgo dentro del movimiento seguirá siendo lo que siempre ha sido: mujeres cis y blancas.
Debido a mi experiencia estoy haciendo un llamado para que el movimiento haga las cosas mejor. Ya sea que lo sepan, o no, muchxs de sus empleadxs y colegas se llevan la peor parte de la incapacidad del movimiento para hacer el trabajo que corresponde para la liberación verdadera.